Thursday, June 22, 2017

El Corredor Rojo en la India



Guerrilla naxalita en una base de apoyo

En 1967 una gran insurrección de obreros y campesinos de la región de Naxalbari (de ahí­ que se denomine naxalitas a los revolucionarios maoí­stas indios) se alzaba contra la opresión feudal de las castas aristocráticas de la región.
 
Empuñando armas rudimentarias, palos, hoces y machetes, se levantaban contra el gobierno indio, que respondió con una represión atroz que costó miles de vidas y el arrasamiento de pueblos y comarcas enteras, cuyos habitantes tuvieron que huir y esconderse en los bosques cercanos.

Desde entonces, su influencia ha sido creciente. Hasta el punto que hoy dominan un largo corredor –el llamado “Corredor Rojo”– que se extiende por mas de 60 distritos desde las fronteras del norte del Himalaya con Nepal hasta la costa occidental del Estado de Karnataka, en el mar de Arabia.
 
Mapa del “Corredor Rojo”


En las zonas liberadas bajo su control, los gobiernos locales naxalitas se orientan y guían por  conseguir el bienestar de la población, combatiendo la miseria, el atraso y la opresión a los que las comunidades locales han estado históricamente sometidos por parte de las castas superiores, la antigua nobleza feudal ahora reconvertida en la nueva clase política terrateniente de los gobiernos regionales indios. 

Construcción de hospitales, acercamiento de la medicina a las aldeas más remotas mediante el método ideado en la revolución china de los “médicos descalzos”, alfabetización en condiciones de igualdad para niños y niñas, el fomento de la organización popular y la participación democrática del pueblo en la vida política de barrios, distritos y aldeas, la organización de servicios de seguridad pública, reforma agraria,...
 
A lo que en los últimos años se suma una acendrada concienciación en favor de la conservación de un medio ambiente, de unos recursos forestales y agrícolas que están siendo literalmente diezmados por las innumerables concesiones que los corruptos gobiernos regionales y locales –a cambio de jugosas comisiones y mordidas– están concediendo para la explotación minera de un subsuelo repleto de riquezas.
 
La situación actual que atraviesa India va mucho más allá de las imágenes y análisis que en torno a su capacidad de convertirse en una potencia mundial recibimos diariamente. El descontento popular con el orden socio-político existente en la calificada como "la democracia más poblada del mundo" va en aumento. El desarrollo asimétrico en India también está contribuyendo a que las demandas de los naxalitas encuentren cada vez mayor eco entre diferentes sectores de la sociedad. Así, los detractores del sistema de castas que caracteriza el semifeudalismo imperante en zonas de India, los agricultores castigados por el proceso privatizador y los efectos de la economía globalizante, las masas de desplazados por los macro proyectos desarrollistas, e incluso por parte de las clases medias, cada día más desplazadas de los centros de poder y de la influencia que tuvieron en el pasado.

Ante esta realidad, la respuesta del gobierno indio hacia el movimiento naxalita ha oscilado entre los intentos por ocultar su importancia hasta los métodos represivos más siniestros. La creación de milicias paramilitares, "Salwa Judum", son un claro exponente de esa política.
  

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